Valor sentimental (Affeksjonsverdi, Noruega, Francia, Dinamarca, Alemania/2025). Dirección: Joachim Trier. Guion: Eskil Vogt, Joachim Trier. Fotografía: Kasper Tuxen. Edición: Olivier Bugge Coutté. Elenco: Renate Reinsve, Stellan Skarsgård, Inga Ibsdotter Lilleaas, Elle Fanning, Anders Danielsen Lie, Jesper Christensen. Duración: 133 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: muy buena.
La familia disfuncional es un tópico muy transitado en el cine, tanto en clave dramática como de comedia. El tema ocupa la superficie más visible de Valor sentimental, el sexto largometraje del noruego Joachim Trier, pero por debajo empiezan aflorar otros asuntos, piezas de un rompecabezas narrativo que se va ordenando de a poco, con una cadencia y una profundidad que por momentos remiten a ciertas zonas de la obra de Ingmar Bergman, el auténtico prócer del cine escandinavo.
Nora -Renate Reinsve, que ya se había lucido en el film anterior de Trier, La peor persona del mundo (2021)- es una actriz de teatro tan exitosa y reconocida como neurótica que necesita inesperados estímulos (sexo rápido o un sopapo de su amante furtivo entre bambalinas) para escapar de súbitos ataques de pánico que ponen en riesgo la función del clásico de Ibsen Casa de muñecas que ella misma protagoniza en un teatro repleto.
Tras la muerte de su madre, una mujer perseguida y torturada por el nazismo, Nora y su hermana Agnes -que lleva una vida familiar más armónica, pero también tiene cuentas pendientes del pasado- se reencuentran con un padre mayormente ausente (Stellan Skarsgård) que, lejos de abocarse a sanar esas heridas, mantiene firmes su soberbia y su displicencia. Es un cineasta de culto que está en el tramo final de su carrera, y su preocupación central es su próxima película, para la que no consigue financiación hasta que el encuentro fortuito con una joven estrella de Hollywood (Elle Fanning) le allana el camino para que una popular plataforma de streaming se haga cargo de la producción.
Arte, ego, culpa, deseo, crisis existenciales que pueden tener que ver con el paso del tiempo o no tanto… Trier sazona esta historia de desconciertos afectivos con todos esos condimentos, e incluso incorpora el recurso de la película dentro de la película como campo de batalla emocional.
Valor sentimental es desde el principio -cuando la preciosa casona estilo Dragestil que tiene un peso importante en el relato es presentada como un personaje más- hasta el final una historia atravesada por la melancolía.
Trier cuenta con el beneficio de un elenco muy afilado para sostener un andamiaje recargado de recursos de puesta en escena que también incluye citas y homenajes explícitos (a Persona, de Bergman, en una breve secuencia de rostros superpuestos que evoca a ese clásico de 1966, y a Otra mujer, justamente de la época más “bergmaniana” de Woody Allen, a través de la idea de escuchar secretamente una sesión de terapia ajena a través de las tuberías de calefacción de una casa con más de una planta). Embarcados en la exigencia de interpretar una larga serie de diálogos tan punzantes cuando van cargados de gravedad como en los momentos en los que relucen por su refinada ironía, todos resuelven con solvencia y logran dotar a la película del espesor sensible que demanda: el “valor sentimental” del título, en suma.
Trier ha declarado que quería dedicar esta etapa de su carrera a temas muy personales, y el de esta película que ganó el Gran Premio del Jurado en la última edición del Festival de Cannes, sin dudas lo es: su abuelo materno, Erik Løchen, fue un conocido cineasta y músico de jazz noruego que durante la Segunda Guerra Mundial formó parte de la resistencia y fue capturado por los nazis, un trauma que perduró toda su vida y que pudo procesar gracias a filmar películas. Como Gustav, uno de los grandes protagonistas de Valor sentimental, y el propio Trier, tan afecto a los juegos de espejos.

