La imagen de Judy Garland vestida de cuadros azules y zapatos rojos saltando por un camino de baldosas amarillas es una de las más icónicas del cine. Sin embargo, esa niña de rostro angelical que cantó Somewhere over the rainbow en 1939 terminó sus días cantando en bares por cien dólares la noche, adicta a las drogas, prácticamente sin hogar y debiendo cientos de miles de dólares en impuestos. La estrella que generó millones para los estudios de Hollywood murió en la indigencia, víctima de la misma industria que la convirtió en leyenda.
El 22 de junio de 1969, Mickey Deans derribó la puerta del baño en la casa que alquilaba con su esposa en Londres. Lo que encontró marcó el trágico final de una de las voces más extraordinarias que Hollywood haya conocido: Judy Garland yacía sin vida. Tenía apenas 47 años y, a pesar de haber generado millones para los estudios, murió prácticamente sin un centavo.
El forense Gavin Thurston dictaminó que se trató de una sobredosis accidental de barbitúricos. “Esto es claramente un accidente en una persona acostumbrada a tomar barbitúricos durante mucho tiempo”, declaró. Pero la muerte de Garland fue mucho más que un simple accidente: fue el desenlace inevitable de una vida marcada por el abuso, la explotación y una industria que la consumió desde la infancia.
"Somewhere Over the Rainbow": la canción que enamoró al mundoFrances Ethel Gumm –el verdadero nombre de Judy Garland- nació el 10 de junio de 1922 en Grand Rapids, Minnesota. Era la menor de tres hermanas, hijas de dos artistas de vodevil. A los dos años y medio, la pequeña Frances ya actuaba en el escenario con sus hermanas, conocidas como las Hermanas Gumm. Su madre, Ethel, era una mujer controladora y ambiciosa que intentó convertir a sus hijas en estrellas a cualquier precio.
Fue Ethel quien, cuando Frances tenía apenas diez años, comenzó a darle pastillas: anfetaminas por la mañana para mantenerla con energía, somníferos por la noche para que pudiera descansar. Esta rutina destructiva, que marcaría toda su vida, comenzó antes de que la niña pudiera comprender lo que le sucedía.
En 1934, las hermanas cambiaron su apellido a Garland. Frances eligió el nombre “Judy”, inspirado en una canción popular. Un año después, Louis B. Mayer, fundador de la Metro-Goldwyn-Mayer, la contrató de inmediato tras escuchar su extraordinaria voz. Ese contrato, que parecía un sueño, se convertiría en su pesadilla.
La MGM sometió a la adolescente Garland a un régimen brutal. Con apenas 1,30 metros de altura y un aspecto aniñado, los ejecutivos del estudio vigilaban su peso de forma constante. Uno de ellos llegó a llamarla “una cerdita gorda con coletas”. La solución del estudio fue cruel: la pusieron a dieta forzada.
Garland solo podía consumir sopa de pollo, café negro y cigarrillos, además de pastillas para suprimir el apetito. El estudio le puso un corsé en la cintura y una prótesis en la nariz. Le colocaron fundas en los dientes. Todo esto mientras la obligaban a trabajar jornadas de hasta 18 horas, seis días a la semana.
“Nos hacían trabajar día y noche”, recordó años después. “Nos daban pastillas para mantenernos en pie mucho después de que estuviéramos exhaustos. Luego nos llevaban al hospital del estudio y nos dejaban inconscientes con pastillas para dormir. Después de cuatro horas nos despertaban y nos daban de nuevo las pastillas estimulantes para que pudiéramos trabajar 72 horas seguidas. La mitad del tiempo estábamos colgados del techo, pero era nuestra forma de vida”, supo reconstruir de aquel infierno.
Cuando terminó de filmar El mago de Oz en 1939, con solo 16 años, Garland ya era adicta a las drogas. Ese papel que la catapultó al estrellato mundial también consolidó su dependencia química y su trastorno alimentario.
El maltrato en la MGM no fue solo físico y químico. Según su biógrafo Gerald Clarke, autor de Get Happy: The Life of Judy Garland, la adolescente fue acosada sexualmente de manera constante. Louis B. Mayer, a quien se ha comparado con Harvey Weinstein, la manoseó en su oficina mientras ella cantaba. También la llamaba “la jorobada” por su baja estatura.
El tercer esposo de Garland, Sidney Luft, reveló en sus memorias que los actores que interpretaban a los habitantes de Munchkinland en El mago de Oz también la acosaban. “Le hacían la vida imposible en el set”, escribió Luft.
Cuando Garland quedó embarazada a los 19 años, su madre, su esposo David Rose y la MGM la presionaron para que abortara. El estudio organizó el procedimiento de manera discreta. Un embarazo, argumentaron, arruinaría su imagen de niña inocente. Esta práctica no era infrecuente: actrices como Bette Davis y Ava Gardner también fueron forzadas a interrumpir embarazos para “preservar” su valor comercial.
La búsqueda desesperada de amor y estabilidad llevó a Garland a casarse cinco veces. Su primer matrimonio, con el compositor David Rose en 1941, fue un intento de escapar del control de su madre y del estudio. Duró apenas tres años.
En 1945 se casó con el director Vincente Minnelli. Tuvieron una hija, Liza, pero el matrimonio se desmoronó en 1951. Su tercer matrimonio, con Sidney Luft en 1952, fue el más largo: trece años. Tuvieron dos hijos, Lorna y Joey, pero la adicción de Garland, sus intentos de suicidio y las constantes peleas terminaron por separarlos.
Su cuarto esposo, el actor Mark Herron, era homosexual y, según Garland, la maltrataba físicamente. Se separaron a los pocos meses de casarse. Finalmente, conoció a Mickey Deans en 1966, cuando este le entregó un paquete de pastillas estimulantes en un hotel de Nueva York. Se casaron en marzo de 1969. El matrimonio duró exactamente tres meses.
Para 1950, la MGM había rescindido el contrato de Garland. Su comportamiento errático, sus ausencias constantes y su adicción la habían convertido en un riesgo demasiado grande. El despido provocó varios intentos de suicidio. Según Luft, Garland intentó suicidarse en, al menos, veinte ocasiones durante su matrimonio.
A pesar de todo, Garland continuó actuando. En 1954 protagonizó Ha nacido una estrella para Warner Bros., que le valió una nominación al Óscar. En 1961, grabó Judy at Carnegie Hall, álbum que la convirtió en la primera mujer en ganar el Grammy al Álbum del Año. Pero estos éxitos fueron cada vez más espaciados y breves.
La mala administración financiera y la malversación de fondos por parte de sus representantes y esposos la dejaron en la ruina. Para finales de los años 60, Garland debía cientos de miles de dólares en impuestos atrasados. El dinero que ganó en su última actuación en Nueva York en 1968 fue inmediatamente embargado por el fisco.
En diciembre de 1968, Garland llegó a Londres para una serie de cinco semanas en el club nocturno Talk of the Town. Estaba prácticamente sin hogar y cantaba en bares por apenas cien dólares la noche. Sus actuaciones fueron descritas como “un accidente automovilístico emocional”.
Una reseña del Observer del 14 de enero de 1969 la describió así: “Más delgada ahora, casi demacrada, con el pelo echado hacia atrás como el de un niño. Con la mano en la cadera, se pavonea, se tambalea, pisa fuerte y merodea, feroz e inquieta, sus grandes ojos marrones recorren al público en busca de un rostro amigable”. El público la abucheaba regularmente. Llegaba tarde, arrastraba las palabras, bebía y fumaba en el escenario.
Su última actuación fue el 25 de marzo de 1969 en Copenhague, Dinamarca. Tres meses después, estaba muerta. El obituario de Los Angeles Times enumeró las enfermedades que plagaron su vida: hepatitis, agotamiento, problemas renales, crisis nerviosas, reacciones a medicamentos casi mortales, sobrepeso, bajo peso y lesiones por caídas. Todo resultado de décadas de abuso, explotación y adicción.
Su hija Liza Minnelli declaró años después: “No murió de sobredosis. Creo que simplemente se cansó. Vivía como un alambre tenso”. Su otra hija, Lorna Luft, escribió: “No hubo suficiente amor ni atención en el mundo para salvar a mi madre. Nadie podría haberla salvado excepto ella misma”.
